"Te olvidaste de mi cumpleaños. No tenés perdón del cielo. Listo. Me saqué la bronca."

Ese fue el mensaje. A los cinco minutos me llamó. Me rogó perdón. Me dió explicaciones que no pedí. No las necesitaba. No me importaban. Con ella siempre va a estar todo bien. Es una de mis más intimas amigas. Una con la que no tengo que contenerme, con la que hablo con todas las letras del abecedario. Ya le dije, si yo fuera hetero me caso con ella. Y de hecho, creo que en una pareja busco cosas que ella tiene. No por nada tuvimos una historia juntos. No funcionó. Pero esa historia merece otro post. Ella merece un post entero.

Hablamos un rato. Nos resumimos nuestras vidas. Le conté lo que me venía pasando. Las conclusiones a las que estaba llegando y lo diferente que esto se sentía de veces anteriores. Ella se alegró por mi. O conmigo, que es mejor.

Cortamos. Es hora de planear la fiesta. Tal vez si me siento de humor para festejar después de todo ¿Estará conectado mi amigo del bar? no parece. Zero K hace su entrada triunfal.

Zero K: FELIZ CUMPLEAÑOS EL LUNES!!!
Rain: ¬¬ te odio.
Zero K: porqué? no fué un feliz cumpleaños?
Rain: ¬¬
Rain: te
Rain: odio
Zero K: porqué?
Rain: te olvidaste de mi cumpleaños.
Rain: no tenés excusa.
Rain: así que bancate mi odio y no trates de arreglarla porque la vas a empeorar.
Zero K: NO ME OLVIDÉ! te esperé a que te conectaras!! no te conectaste!!
Rain: ¬¬ esa es la excusa mas burda que existe ¿no valgo un llamado por telefono, mensaje de texto o apersonamiento? ¡Hay algo llamado mail!
Rain: La estas embarrando mas.
Rain: Callate y dejalo así.
Zero K: ¬¬ bueno, solo iba a decir que si no tenemos en cuenta el tema de que estoy hasta las bolas 20 de las 24 horas del día, si, podría haberte llamado... pero cuando me acuerdo no tengo tiempo y cuando tengo tiempo ya estoy durmiendo...
Rain: Te olvidaste de mi cumpleaños. Punto.
Zero K: no me olvidé!
Zero K: nomás no te llamé...
Zero K: además, lo primero que te dije fué "feliz cumpleaños"
Rain: Porque ya que nos ponemos minuciosos, debo decirte que cuando necesitas una pausa, un hombro o lo que sea que requieras, ahí estoy.
Rain: Y no, no te olvidaste
Rain: simplemente no pudiste anoticiarme que te acordaste.
Rain: ¬¬
Zero K: lo se, se que siempre estás
Rain: entonces, reformulo: No me anoticiaste que te acordaste de mi cumpleaños.
Rain: Así que bancate mi bronca y listo.
Rain: Está todo bien.
Rain: Ya reté a tu hermana. Ahora te toca a vos.

Cabe aclarar que mientras tipeaba no podía dejar de reirme. Creo que nunca llamé a nadie porque no me hubiera llamado. Pero dada la semana que venía llevando, debo decir que realmente esperaba sus palabras. Y está todo bien, pero era lo que quería y lo que necesitaba. Decirles "Hey, te estuve esperando. Sabe que no me gustó que no estuvieras ahí"

Simplemente eso. El resto del día transcurrio básicamente en horizontal. Si bien comenzé a entender un par de cosas, el cansancio aún pesaba. Pensé en todo. En esa fortaleza adquirida, en los logros obtenidos, en los proyectos a futuro, en el trabajo, en la seguridad interna, en los lugares que ya no ocupo, en lo que quiero, en lo que no quiero y en esa tristeza rara e inexplicable que me embargaba.

Es que me sentía triste, pero por otro lado contento. Era como estar mal, pero sabiendo que hay un calorcito interior reconfortante difícil de explicar. Entonces caí en la cuenta de lo que realmente me estaba ocurriendo: Yo crecí. De golpe me entraron veintisiete años al alma y estaba de luto.

Esto fue un jueves. Nos queda el viernes donde finaliza, y el sábado, que marca el epílogo.

Llegó el miércoles. Entre tarde al trabajo. Todavía con la bronca bailotéandome en el cuerpo. Ni siquiera el taller literario al que asisto logró darme el solaz que suele darme. La pasé bien. Aprendí, pero solo quería irme a una isla y no ver a nadie.

Así que cuando llegué al trabajo solo respiré y me puse a hacer lo que tenía que hacer. Mi trabajo. Uno nuevo que apenas había visto. Todo bien. Aprendo rápido y la persona que me enseñó es buen maestro.

Enciendo los equipos, suena el telefono. Es mi supervisor ¿Podés venir un segundito?. Apago los equipos. Llego. Básicamente me muestra el equipo que solía usar desarmado. le pregunté entonces que que hacía. Fue salomonico: Llama al jefe y preguntale, no sea cosa que pase lo de la otra vez.

Llamé. Basicamente me dijo que en algún momento dejara mi trabajo asignado y que lo armara. Que la gente de la mañana no había llegado a terminar "Total, lo tuyo es largarlo y que quede andando un par de horas". Si, un par de horas donde si una manguera se pianta y no hay nadie ahí el trabajo de tres días se pierde en dos minutos. Menos. Total ¿qué más da? ¿no?

Asi que rediagramé la agenda mental, coordiné horarios y pensé que tal vez Fulanito de Tal podía verlo. Me tragué la bronca. O sea, tres años haciendo ese proceso y yo llegaba a dejar todo listo. Tres años donde yo si podía y de pronto ahora no ¿Que onda? Sigo sin entender. Y recordé los últimos meses, donde llegaba y estaba todo a medio terminar. Tiempos donde antes de empezar mi trabajo, tenía que terminar el de ellos porque "no le habían dado los tiempos"

Matense.

Y la noche se me pasó sin pausa. Iba y venía de acá para allá pensando en el fin de semana, con el cansancio bailando tap en mis hombros, sintiendo como no estaba haciendo lo que quería hacer, solo trabajar. Extrañando esto y otras cosas. Rumiando esa cita que tenía el sábado, la fiesta y el resto de los festejos. La bronca y la carga que se suponía festejar cuando en realidad no podía sacarme el aturdimiento ni la bronca ni el cansancio ni el mal humor. La tristeza de sentir el mundo gris y apagado. Y seguí, seguí hasta que terminé. Eran las nueve de la mañana cuando apagué los equipos.

Mientras completaba el papeleo pertinente aguantando esas ganas de llorarlo todo. Conteniendo esa bronca destilada pasó que el que me enseño entró al área. "Te felicito" dijo "La verdad es que te felicito. Lo viste una vez, lo medio hiciste otra y quedó perfecto" La sorpresa le bailaba en la voz.

Creo que le contesté algo como "Sos bueno enseñando, y yo aprendiendo" No me acuerdo. Si recuerdo que sus palabras quedaron resonando mientras volvía a casa. Y ahí la bronca dió paso al entendimiento.

Un entendimiento que comenzó a fluir en un mensaje de texto y una charla por msn.

Y el lunes llegué a casa. Me arrastré. Y me acosté y dormi. Si antes me sentía mal ahora era peor. Me dormí. De ocho de la mañana hasta las diez menos diez de la noche. Entro a las diez.

Maldición, taxi.

Llegué tarde, de mal humor pero con la sonrisa que medio medio lo ocultaba. Vamos que si para mentir soy excelente. Pero no. No esta semana. "¿Estás dormido?" preguntaron en el comedor "Tenés la almohada en la cara" Me di vuelta, sonreí y agregué "Y las sabanas, y las colchas y el colchón" Ellos se rieron y yo desee que se pegaran un tiro.

No me hablen. Es martes. Odio los martes. Todos los martes. Este martes.

Cené y subi. Casi a media noche, cae mi jefe. De sorpresa. Porque si. Todos tienen la cara blanca, a mi me da igual.

-¿Qué estás haciendo? -pregunta.
-Esto, esto y lo otro. Mañana viene complicada la mano y quiero adelantar, asi que si, básicamente ahora estoy bajando a buscar bidoncitos para preparar un par de cosas. Ademas quiero armar el equipo
-¿Bidoncitos? Che -al supervisor- tenemelo cortito a este... ¡Bidoncitos! -luego retoma- Mañana tenés eso que te dije ¿no?
-Si, por eso, quiero adelantar. Mañana entro tarde y es un proceso que lleva minimo diez horas. Así que también me voy a ir tarde.
-Eh, pero la idea no es que te quedes. Que lo terminen los otros -personas de otro departamento- deciles a ellos que te cubran.
-No importa, mañana me quedo recuperando. -Además yo no puedo decirles que me cubran, ese es TU trabajo ¿En que mundo vivimos?
-¿Sabés lo que tenés que hacer?
-Creo que sí. O sea, nunca lo hice solo... me falta confianza.
-Bueno, a todos. Igual esta Fulanito de Tal que te puede dar una mano -y su cara desmintió sus palabras. Fulanito de Tal no me iba a dar una mano, puesto que él estaba mas perdido que yo.
-Si, todo bien. Cualquier cosa le pregunto.

Y se fué. Espere unos dos minutos y le seguí los pasos. Aún tenía que buscar los bidoncitos.

Luego, mientras armaba el equipo el aturdimiento se convirtió en furia y dolor. Odiaba mi trabajo. Me sentía bastardeado. Me quedé mirando las mangueras, pensando en como me habían dejado en banda para el nuevo proceso. Lo vi una sola vez (Y solo partes de él porque me obligaron a dejarlo de lado en pos de terminar cosas dejadas por la gente de la mañana simplemente porque "no le dieron los tiempos") y le metí mano aún menos veces. Mientras armaba el equipo pensaba en que ganas de renunciar que tenía. ¿Sabés qué? me tenés cansado. Renuncio. Y esta manguera iba a acá y esta allá. Vos crees que esto es una boludes, y seguramente lo sea, que se yo. Pero, ¿por qué no venís vos a pararte detras de esto durante diez horas cuidando que no pase nada?. La presión anda bien, entra por donde tiene que entrar, y sale por donde tiene que salir. Después de todo, si pasa algo es mi cabeza la que cortan. Veamos el flujo. Además, si me voy y dejo esto en banda después es a mi a quien le cargan el muerto. Como siempre, Raincito puede con todo ¿cuantas veces pasó que me dejaron sudando de laburo porque los de la mañana son una manga de inoperantes que no pueden terminar un proceso que lleva seis horas ¡SEIS HORAS!. El flujo está bien. Y entonces yo no solo hacía su trabajo, sino también el mio. En tiempo y forma. O sea, yo puedo llegar y ellos no ¿qué onda flaco? Esto funciona, lo apago.

Son las siete. Me voy a casa. Noentiendoynomeimporta. Me voy.

Y me fui nomás. Miercoles a la mañana. Me quedaban tres días de intenso aprendisaje.

Llegué al trabajo. Lunes. Cumpleaños. Y mi cara era la de un muerto. No no no, estoy bien, solo estoy cansado. Gracias. Si, veintisiete ¿Cómo viene mi semana?

Perfecto. Simplemente perfecto. La semana no podía empezar mejor. Resulta que hace tres años que venía haciendo el mismo trabajo. 1095 días de exactamente lo mismo. 9855 horas dedicadas al mismo aburrido, monótono, rutinario trabajo.

No me quejo. Me gusta mi trabajo. Me da de comer. Es el motor que impulsa un montón de cosas en mi vida. Simplemente que hace dos semanas me dijeron "Vas a dejar de hacer esto y vas a hacer estas otras cosas"

Plural: Otras cosas. Nuevos desafíos. Nuevos retos. Algo nuevo. Y cuando me lo propusieron tuve que sincerarme y reconocer que me estaba aburriendo. Que ya no quería seguir repitiendo la misma rutina. Que pese a todo lo que me daba estaba a punto de caer en esa zona donde Rain patea el tablero y busca nuevos desafíos. Tal vez la psicóloga social que vino a hacer el psico-diagnóstico antes de entrar a trabajar tenía razón. Ella dijo "Mientras el trabajo te mantenga motivado y te de lo que necesites, vas a permanecer ahí. De otra maneras, te vas a ir"

¿Y con qué me encontré el lunes? Con el mismo aburrido, monótono y rutinario trabajo.

Simplemente excelente.

Al día siguiente el teléfono no paró de sonar, los mensajes de llegar y el mail de explotar. No recuerdo un cumpleaños tan activo. Y yo que solo quería dormir. Nada más que eso. A la noche tenía que trabajar y era temprano, porque volví temprano,entonces me levanté temprano e iba a ser un infierno si no podía dormir, al menos, hasta las dos de la tarde. Excusas. Lo que no quería era pensar.

Pero eran las siete y media y los mensajes llovían.

Di vueltas en la cama hasta las tres. Si, de siete a tres solo sali de la cama para ir al baño y para comprarme algo para desayunar y almorzar. Increible, pero no tengo nada en la heladera. Vivo al día. Supongo que cocinar para uno me aburre. En fin, eso. Me quedé en la cama hasta que mi puerta sonó.

Era una amiga, y cuando la vi entrar recordé que venian más. Todo bien. Beinvenidos, feliz cumpleaños a mi. Hay que decir que lo bueno de mis amigos es que me conocen. Saben que soy despelotado y que en general el estado del departamento demuestra un poco mi busqueda mental de respuestas a lo que sea que me aqueje. Sin embargo no estaba tan mal, tal vez porque el domingo dediqué un par de horas a acomodar el dpto. Limpiar, acomodar, pasar la aspiradora -odio las alfombras- tirar papeles y cosas que no uso a la basura... lo básico. Así que se hizo un espacio entre la ropa del día anterior y comenzamos a hablar de tonterias. Hasta que llego una más y las tonterías tenían una nueva voz. Es que cuando me pasan estas cosas mi casa implota.

Y estuvo bueno, hacer bromas sobre todo. Ver trailers de peliculas -veremos si aplica la Verdad #4- preguntarse como puede ser que cierta gente publique un libro y ofendernos (en realidad yo, ellas no tanto) por qué la mina que escribió "Crepusculo" mató el mito vampírico. Sin embargo, tengo una capacidad para mantener diversos procesos mentales de manera simultanea, así que mientras disfrutaba de su compañía no podía dejar de sentir esa "cosa" que me estaba haciendo ruido en la cabeza.

Y digo "cosa" porque no le encontraba definición alguna, quiero decir ¿no se suponía que tenía que estar contento? ¿ser una fiesta por el motivo de cumplir años? ¿estar alegre de que todos me llamaran y estuvieran pendientes? Años anteriores si que la pasaba barbaro ¿Por qué este año se sentía como una carga? ¿Por qué me sentía aturdido?

Esa era la palabra. Aturdido. Ni más ni menos. Solo quería estar solo. Sin nadie alrededor, sin telefonos, sin mails, sin msn, sin visitas. Si nadie. Solo yo conmigo. Supongo que es normal cuando uno deja de ver el árbol y se deja consumir por la inmensidad del bosque quedarse sin aliento. Lo que no me terminaba de cerrar es por qué me sentía mal.

Llegan las nueve, es hora de ir a trabajar. Buenisimo. Las amo, pero realmente pensar en nueve horas de mi con solo maquinas alrededor, se sentían como una delicia. Un paraiso donde poder estar tranquilo y desaturdirme en paz.

Me voy a trabajar.

Si me hubieran dicho que iba a ser la semana laboral mas díficil en tres años, no lo hubiera creído.

Pasó una semana desde mi cumpleaños. Ayer supuestamente era el festejo. Todo casi organizado. El lugar, la gente, los tiempos... todo. Hasta tenía una cita. Alguien que conocí sin querer y que me cae simpático. Todo estaba listo para festejar mi triunfal ingreso a los veintisiete.

Y lo eché para atrás. No quise, no pude. No, no es que no pude, es un rotundo "no quiero"

Este año el cumpleaños se saboreó diferente. Para comprender esto hay que saber algo, solía mandarme macanas, o sea, ponerme en ciertas situaciones que no eran buenas para mi. Me dejaban atontado, lejos de mi centro, perdido una vez más solo saboreando el vacio. Y el día previo a mi festejo se dió que me vi inmerso nuevamente en ese mar hirviendo... o mejor dicho, a punto de meterme en él.

Y no lo hice.

Los semáforos se prendieron, las alarmas sonaron y el Inner-Rain habló pensando en que una vez mas iba a quedarse afónico de tanto gritar vanamente -seamos claros, cuando me mando una cagada sé exactamente que estoy haciendo-. Pero no, no tuvo ni siquiera que elevar la voz porque por vez primera le hice caso.

Eso fue un día antes.

Contento, a las doce decidí salir a festejar. Era un bar que suelo frecuentar -obviamente gay- pasan buena música, buenos espectáculos y el ambiente es divertido. Fuí con un amigo. Ya de entrada me sentí algo incomodo. Yo buscando sentirme un poco libre de mis mambos, festejando los logros obtenidos y el nuevo año que comenzaba, pero no. algo se sentía mal. No importa, continuemos ¿vos que querés tomar? barbaro, un gancia batido para mi y un speed para él. Gracias.

Hasta que le sonó el telefono. Resulta que el padre de su mejor amigo había tenido un accidente. "¿Qué hago?" me preguntó. "Andá" dije "Pero ya estoy acá" replicó "Y es tu cumpleaños" añadió.

Creo que si se hubiera quedado, lo hubiera borrado de mi lista de contactos. Le expliqué que nosotros podíamos tomar algo en cualquier momento, que fuera mi cumpleaños no era importante, que yo entendía y no me molestaba que tuviera que irse. De alguna manera creo que lo hice reflexionar... no sé, fue instintivo. Le expliqué que si realmente era su amigo, su lugar no estaba a mi lado, sino con el otro. Es lo que corresponde.

Así que salió, y mientras lo veía alejarse me pregunté por qué armó semejante planteo. Tal vez porque para mi eso ni se cuestiona. Si un amigo me necesita, yo salgo corriendo. Simple. Es un hecho en mi vida. Y cuando digo amigo me refiero a esos que la vida me regaló y que, increiblemente, cuento con dos manos.

Entonces, ahí quedé, solo y de festejo. Con mi gancia batido frio que me daba aún más frio. Entre todo lo que me rodeaba, y mientras la bebida bajaba por mi garganta, me acordé de que pasó otro invierno sin que me comprara ropa adecuada. No sé si es importante, pero es loco que el plan siempre fuera comprarme abrigo para el invierno, y que simplemente se me olvida. Llega la primavera y yo sigo con mis mismos tres puloveres y mi camperón -el cual aún me hace sentir el principito je-.

Y no sé si fue la música mala -es un canto bar los domingos, así que hay algunos que cantan muy bien y otros cuyo aplauso es al coraje de ponerse delante del microfono- o la bebida fria o la soledad, pero ahí tuve una especie de epifanía. De golpe vi el camino recorrido y el camino por recorrer. Lo que paso y lo que falta.

Y me aturdí. Me cerré. Me quise tragar por mi mismo ¿miedo? ¿angustia? ¿dolor? ¿cansancio? No sé. Solo terminé mi bebida, sali al aire frio de la noche y me tomé un taxi. Me perdía entre la noche que pasaba luminosa por la ventanilla y la música que se colaba por el mp3. Intentando no dejar que esa maldita pregunta siquiera tomara un simple vuelo de conciencia:

¿Qué te pasa?

Pero era inevitable. Así que hice lo que tenía que hacer: Pregunté y como siempre la primera respuesta fue un rotundo, inamovible, titánico y monolítico "No sé" sin embargo, uno vio a Indianna Jones y siempre le envidió el sombrero y el látigo, así que comencé el trabajo arqueológico de dirimir la cuestión.

Una semana me llevó darme cuenta. Siete días para darme cuenta de que lo que me pasaba se llamaba duelo.

Hoy cumplo años. 27.

Parecía que no llegaban más. Agosto y la teoría de los 52 días malos previos al cumpleaños me dieron para que tenga, guarde y reparta. Me hiceron quemar karma como nunca. Me pasaron cosas que creía superadas, me encontré con situaciones que creía finalizadas. Temí volver a caer.

Pero no lo hice. Porque no soy el mismo. ¿Cuánto se puede cambiar en un año?

Para entenderme hay que saber esto: Hace un año salí del infierno. Partido, herido, quebrado, triste, gris... muerto en vida. En aquel tiempo creía que el destino era ineludible, que nunca podría alejarme de eso que me hacía mal. No importaba cuantas sonrisas impostara, cuanta voluntad le pusiera, siempre terminaba en el mismo agujero.

En ese tiempo, respiraba solo porque el respirar es una función autónoma.

Sin embargo, soy rebelde. Soy testarudo, terco, tenaz o como quieran llamarlo y no me resigné. Yo no me resigno. Así que pelee contra viento y marea. Me enfrenté contra mi peor enemigo -y creo que el de todos- uno mismo. No sé si le gané, no lo creo, porque a veces flaqueo, pero si sé que ahora me cuesta menos levantarme. Y salí.

Me costó. Porque irse de un lugar no significa dejarlo. Uno puede viajar cientos de miles de kilometros y aún así seguir enroscado en la misma telaraña. Me llevó siete meses abrir este blog (al cual venía pensandolo desde que me mudé) Me llevo un año colgar el primer cuadro en mi casa. Me llevó tiempo encontrarme y comenzar a sanar.

Tal vez recuerde los 26 por ser el primer año donde aposté. Pequeñas cosas. Sutiles de alguna manera. Imaginensé a alguien que se quema con leche y pese a todo el miedo, el escosor y los reparos, acerca la mano para acariciar a la vaca. Ese soy yo. Y Gané.

Llegando a los 27 comenzé el balance anual. Fuí crítico como nunca. Y el balance es positivo. Las mayores metas del año se cumplieron. Me encontré con un trabajo que me gusta, con amigos que se probaron y dejaron la categoría de hierro para saltar a la de diamantes, con amantes que si bien no fructificaron en algo mas estable, me dejaron lecciones sobre que busco y que quiero. Con mi casa, la cual vale cada uno de los centavos que cuesta, con las letras que tanto me apasionan y con el blog.

El blog y mis fotografías escritas. La ventana que me deja ver el mundo de otros fotografos literarios como yo, quienes con sus comentarios, sus historias y sus locuras me enseñan. Porque cada texto que leo, cada comentario que me dejan o dejo me ayudan a pensar este tan extraño mundo en el que vivimos. Porque con cada página que visito, me encuentro con buscadores tan apasionados como yo. Gracias a ustedes por eso.

Este año me encontré fuerte y entero. Una fortaleza que por momentos me aterra porque no la pedí, pero la tuve que generar. Y no está mal disfrutarla -el por qué me da culpa esta fuerza es todo un post-. Capitalizarla y enfocarla en los nuevos proyectos que parecen tan grandes que desde algún punto me hacen cuastionarme si estoy a la altura ¿pero saben qué? Sobreviví a un infierno de 25 años. Comparado con eso, es nada.

Hoy cumplo 27. Soy un año mas viejo y un año mas sabio.

Amén a eso.



Nota: ¿Loco no que este también sea el post N° 100, no?


Cuando la respuesta es No, y decidís hacer un cambio, lo dificil es definir qué es lo que tenés que cambiar. Pero definitivamente si, necesito cambiar algo.

Así no soy feliz.

Aunque no estoy seguro si yo tengo que cambiar algo o necesito que algo cambie... alto dilema.

Estás esperando el tren, pensando si deberías haber dejado una nota o algo que delate tu presencia, aunque no, hiciste bien, si tu bio-madre deduce que estuviste en su casa pero que no se vieron entonces vendrían largas explicaciones donde habría que explicar porque no te quedaste a esperar. Y vos no querés esperar, entonces no. Te fuiste. Saludaste a tu perro y te fuiste a tomar el tren.

El frio de la noche te golpea, pero no es el frio en si, sino el embole que venís acarreando desde ¿hace cuanto? No sabés, pero sí que estás aburrido y que aún queda media hora para que llegue el tren. Entonces te colocás los auriculares y tratas de pensar que la música te va a ayudar a sobrellevar esa media hora fatídica, pero no, porque las canciones las conoces y estás tan fastidioso que te duelen los tímpanos. No importa, le bajás el volumen a casi el minimo y viendo que no hay nadie, hasta bailas. Te dura un rato nomás, porque te conocés y sabes que no podés mantener uan falacia por mucho tiempo.

El tiempo continúa y te llama un amigo. "Hola, cómo estás, tanto tiempo, dale, nos vemos, llamame cuando salgas y vamos" de repente te das cuenta que tenés planes para la noche, pero estás tan cansado que no sabés, y el tren maldito que no viene. Encendés un cigarro. Miras el humo. Apelas a tu imaginación para verle parecidos con la realidad y todo. Miras el reloj. Aún faltan cinco minutos, que parecen media hora más. Y no, no sabés que hacer, porque en tu mochila solo hay un pullover que no usaste y unos discos. Nada para leer. Así que te inventás una teoría sobre algo, no importa qué. De seguro para cuando llegué el tren te la vas a olvidar. No necesitas droga para delirar. En vos, es continuo.

Y llega el tren. Pasó volando el tiempo, te decís mientras te reís para adentro. Te queres sentar. Adelante si puede ser, pero no. Este no es tu día, no es tu semana. Así que el tren llega cargado hasta las manos. Y recorres ocho vagones en los que contaste minimo seis carritos, cuarenta familias, muchos chicos y setenta viejos que te miran despectivos cuando les pedís permiso para pasar. En fin, o se corren o los corres. El mal humor tiene de rehen a tus modales.

Llegás al último vagón. Lleno. Te querés sentar y no te resignas. Entonces se te activa el instinto, ese que te dice que ahí no, mejor allá. Te acercás y no llegás siquiera a acomodarte cuando una de las mujeres que estan sentadas se levanta y te deja libre el asiento.

Tomás asiento. La musica que te extirpa los timpanos. Así que la apagas. Media hora mas para llegar a Lacrozze. El bomboleo del tren se complementa con el griterio de los cientos de infantes que parecen brotar los domingos en el Urquiza, algun que otro celular sonando y el cuchicheo de las señoras que tenés delante. Abrís un ojo. Te sentis observado. No te equivocás: Una mujer mayor te mira con cara de "Qué turro, me cagó el asiento" Cerrás tu ojo pensando "Si lo quiere, que lo pida." Estas cansado y no querés siquiera pensar en una disculpa moral acorde a la situación. Solo querés llegar.

En eso descubris que tus pensamientos se ven raptados por la conversación de dos mujeres a izquierda. Estás entre la sorpresa y la duda ¿Cómo alguién puede considerar vital las distitnas herramientas usadas para hacer bricolage? Prestás atención, de alguna manera la palabra "Utilisima" tiene un poder hipnotico sobre vos y de buenas a primeras no entendés como pasaste de la porcelana fría al chocolate y su decreciente nivel de dificultad en el proceso.

Lográs zafar de esa conversación, pero al precio de abrir los ojos que se clavan en la chica frente a ti: Modelo de mujer perfecta. Su forma de vestir es todo lo que espera de una dama. Es la mesura encarnada. Hasta la sonrisa es así como casi contenida. Y hablan, no entendés de que. Estas absorto comparando a esa mujer con su interlocutora, quien parece estar pidiendo un makeover urgente, pues es todo lo contrario. En eso sube otra mujer con sendas botas altas -muy buenas por cierto- y la mujer-makeover le hace un gesto que grita "GATAAA" en silencio. La chica perfecta se queda observando las botas y por ende a Botas Altas por un minuto mas o menos. Te preguntás que piensa ¿no? Vez su mano: Está casada. Te preguntás quien es el marido o como será y una pena no poder verlo. Te gustaría saber con que clase de persona se casaría una mujer así.

Desvías la mirada. El tono de voz de mujer-makeover te molesta. Y el tiempo pasa y vos no tenés la cabeza en ningún lado salvo en un quiero llegar urgente. Y de repente pasa Arata y luego Artigas y ahí si, te preparas para bajar. Pero la chica perfecta se para antes, llama a alguien atras de ella y ves a su marido. Y pensas que es lindo, que que pena que no lo viste antes. Encima viene así como dormido. Y te encantan los hombres que están medio dormidos. Te producen ternura. Entonces, de algún modo, el sentimiento que estuviste tratando de evitar todo el día, todo el finde, se hace presente. Y no querés bajar ahora, no: querés que la tierra te trague, pero no va a pasar nunca pasa.

Bajas, pagás tu boleto -si, es loco pero de noche en el Urquiza se paga cuando bajas- y salis al aire fresco. La cola es larga, pero el sesenta y cinco llega rápido. Te subís preguntandote donde están los hombres, no te vendría mal encontrar algo para admirar el resto del viaje. Y encontras. Es bonito y te gusta su trasero.

Llegas a tu casa. Sabés que te queda una larga noche por delante. De aguante más que nada, porque dormir sería un suicidio. Además, El va a llamarte cuando salga del cine para salir a tomar algo, y ¿por qué le digiste que si? bueno que se le va a hacer, es un amigo, entonces mejor no me acuesto y listo. Solo me siento.

Y te encontrás medio dormido, porque te venció el cansancio y te dormiste. Hablando así, rápido. Como si alguien relatara tu viaje y lo que venís haciendo, claro que sin tantas comas y con muchas, muchas mas palabras y velocidad. Y esperás, rogaz a los cielos que no te llame. La cama está linda. Y no querés salir. No querías el sabado, no querés ahora. Y deberías haberte hecho caso, pero sos tan desobediente... entonces te reís. La primera risa sincera de todo el fin de semana. Y pensas que por eso, deberías posteralo.

Y acá estás, haciendote caso.

Ella me odia. Puedo notarlo en su tono de voz, en su forma de dirigirse a mi, en la manera en que el tiempo se bifurca cuando hablamos. Forzado. Contenido, porque estoy seguro que quiere gritarme cientos y cientos de improperios. Uno peor que el otro. Quiere mandarme de paseo al infierno y en lo posible hacer que me quede allí para toda la eternidad.

Quiere verme cocinado a fuego lento.

No la culpo, lo comprendo. Miro el almanaque y lo entiendo. Después de lo acaecido puedo suponer que es una manera lógica de sobrellevar la situación. Sé que no le queda otra, que lamentablemente va a tener que bancarse mi presencia -la que por otro lado jamás esperé fuera tan potente- sin más que forzar la cordialidad aunque más no sea para mantener las formas en las pocas ocasiones en las que, de seguro, nos cruzaremos.

Es lo que hay. Le guste o no, yo no voy a desaparecer ni me va a tragar la tierra. Porque a mi no me sucita el mismo problema: Que ella esté o no, me es irrelevante. Esta situación solo me genera risa y hasta un dejo de lástima. Nada más que eso.

Sin embargo, cuando comenzé a percibir ese ruido en la voz me pregunté sinceramente que pasaba. Medité una y otra vez si había actuado bien. Cuestioné mis palabras, mis acciones, mi forma de manejar la situación. Imaginé que hubiera pasado si me mantenía al margen -imposible de hacer- o si hubiera dicho algo distinto a lo que dije. También me dije a mi mismo "Seguro es por que soy gay, después de todo no nos tiene en mucha gracia" sin embargo no... eso no fue. Creo que fue algo peor lo que, de alguna manera, me compró todas las rifas de su odio.

Creo que fue porque fui yo el que le dijo a mi amigo y hasta ahora su novio "Entonces no te cases"

Y tengo la certeza de que, el 19 de Septiembre, mientras yo festejo mi cumpleaños subido a la montaña rusa de alegría que me da celebrar mi vejez prematura, ella va a acordarse de todos y cada uno de mis parientes. Inclusive de esos que no conozco. Vivos o muertos. Por que el 19, además de mi, en lo único en lo que podrá pensar será en el vestido blanco que no fué, la torta que no cortó y la luna de miel a la que no viajó.

Porque principalmente lo recordará como el día en que no se casó.

El mes terminó y como no podía ser de otra manera, Agosto me jodió en lo mas intimo. Me enfrentó conmigo, me probó, me testeó y provocó. Tiró de los hilos hasta casi romperlos. Se rió de mi. A carcajadas.

Agosto fue quirúrgico. Con maestría absoluta golpeó donde mas dolía, y no contento con esto, tomó ganchos de carnicero y escarbó. Casi diría que hasta añadió sal a la herida. Me vió sufrir. Tambalear. Dudar. Sudar.

Así de funesto fue Agosto. Y no puedo menos que estarle agradecido. Porque no me quebré. Me quedé como venía: entero. Fue la prueba última de un largo año de duro aprendizaje.

Agosto terminó. Lo superé. Soy feliz.

Carta Magna

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