Pasa que de golpe sali de un huracan. Pero no cualquiera. No. Salí de ese tipo de huracan que es de los que mas duelen, porque si, porque no. Porque de repente no te quiero cerca, pero no te quiero lejos, no. No entendiste, dije que no te quiero. Y sin embargo quedate aca. Cerca porque no te quiero perder, pero no quiero que te confundas, y no: no importa si me cambio el pantalon adelante tuyo. Si abrocho cada uno de los botones a la altura de tus ojos y te miro picaro. No. No es lo que vos pensas, asi que andate. Mira como no te hablo para que te vayas, pero ahora si. Ahora te hablo. Y no hagas esto, no hagas aquello, ¿y te digo la verdad?: La verdad es que no sé que hacer con vos.

De ahí sali. Él tenía problemitas. Es chico, mucho más chico que yo. Así que duerme con niños y amaneceras mojados. ¿El detalle? jamás dormimos juntos, pero bueh, parece que las sabanas se mojaron igual, así que respiro y las cambio. Pongo los puntos, aclaro la situación, me abro, y finalmente consigo paz. Conmigo, con él, con todos. Soy feliz (o algo similar)

Nos vemos. Nos vemos seguido. Muy seguido. Es inevitable. Trabajamos juntos. Tambien es inevitable que nos llevemos bien. Tenemos piel, química. Así que nos reimos. El juega a que no tenemos pasado y yo estoy comenzando a dejarlo atrás. Mi estado simil-feliz deja de ser una imposición y pasa a ser una verdad. Un día lo miro y veo lo que hay: un nene. Me miro y veo a alguien mayor. De pronto crecí. Sin darme cuenta pegué el estirón y los 28 me cayeron con todo.

Se nota en mi cuerpo. Desde la postura, la voz, la mirada, el humor, las palabras que salen, los temas que me interesan, la casa. Por sobre todo la casa: es que despues de una catarsis importante, ahora brilla. Y no es pasajero, porque se mantiene. Ahora puedo decir que estoy ordenado. Qué mis temas están en paz. Que por primera vez estoy en paz conmigo, y vamos que venimos con una seguidilla de años uno más duro que el otro, pero como todo: paso. Y estoy entero. Unido. Como si todos mis yo's se hubieran unificado y ya no tiraran a los cuatro puntos cardinales sino a un único norte.

Soy feliz. La vida discurre. Charla con amiga, mates de por medio. Una charla de esas que pretenden cambiar el mundo en una tarde. No sé si lo logramos pero al menos le tiré un par de puntas que le pueden servir. Miramos el reloj y son las doce. Las ganas están. ¿Vamos a tomar algo? y terminamos en mi bar favorito. Lleno de hombres. Si: Hombres, no nenes y gracias Amiga por tu fase experimental. Entonces se acerca él, el nuevo. Lindo pibe. Le doy 25. Le pifio, tiene 21. Mal ahí. Tanto como el chiste que usó para acercarse. Modernizate. Aunque suma por habe dado ese paso que lo puso justo al lado mio. Y tranqui, que yo lleno los espacios. Una cosa lleva a la otra y terminamos embelezados en un rincón.

las hormonas suben más y más el sábado a la mañana y de repente me encuentro haciendo cosas que pensé que no iba a hacer pero que descubro que me gustan. Todos los días se aprende algo nuevo y él, el nuevo, es como un curso avanzado. Me gusta. Pero mi espiritu felino clama por cautela, y no, no soy facil. Si generoso, pero nunca fácil. Me lleva tiempo. Me tomo mi tiempo, espero que lo entiendas. Parece que lo entiende. La tarde me descubre en la cama, solo, pensando en todo lo que pasó, porque si algo no puedo dejar de hacer es pensar. Y sonrío. Sonrío pensando en lo que fue, en como las cosas cambiaron. En como cambié yo.

Y llego el lunes al trabajo. Cansado y con una sonrisa. Esa que me duró el fin de semana, pero que recién aflora el lunes porque -¡Por dios!- que buen fin de semana. ¿Cómo estás?. Bien bien. Y pasa que se entera. Somos amigos. Él es amigo. Yo no. No puedo, no me sale. El lunes en que todas las cartas cayeron sobre la mesa mi cabeza quedó incinerada y no, para mi es muy dificil hacer de cuenta que no tengo pasado. Así que no, no somos amigos. Pero se entera. Por mi o por mi amiga. Me da igual. Apenas lo registro. Son las seis, me fui a casa. Buena onda, al nuevo lo veo el martes. Soy feliz y estoy caliente.

Llega el martes. Mañana linda. El día está hermoso y la noche promete más aventuras. Así que me lo cruzo. De nuevo volvemos a la charla inocua. Todo bien, todo bien. Y no, parece que no porque pone música, se acerca y me dice: "Esta es para vos" y me sorprende la canción. Me saca una sonrisa melancólica.

Muy poco, muy tarde.

Es el estribillo lo que me mata. Ese que dice "Estoy pensando que pudimos haberlo tenido todo" y ciertamente si. Pero lo miro y ya no lo veo. O si... la verdad es que no sé. Lo único que puedo hacer es preguntarme "¿Y con esto que hago?, ¿de qué me sirve? Al menos no fue una locura mia" y pienso en el chico nuevo. Otra sonrisa, pero este tambien viene complicado. Tanto que sé muy adentro que no cuento con eso. Qué fue ese momento y nada más, y que si se repite no va a ser más que otro momento. No me malinterpreten. Es así. Con él, el nuevo, solo puedo armar una historia de buenos momentos. Así de complicada es la mano. Y está todo bien. Quiero más buenos momentos. Estoy bien con esos momentos.

Algo adentro mio duele, molesta. Es el estribillo que suena en mi cabeza. Que rebota y revivie el pasado. Ese que no puedo olvidar. Ese que todavía duele. Y pienso en la noche que quiero. En como deseo escaparme en otro cuerpo, en otras sensaciones. Y no, parece que no, porque a él, el nuevo, no lo veo. Y acepte las reglas del juego. Todo bien. Lo entiendo. ¿Pero quiero esto? ¿Quiero algo de todo esto?

No. O sea, con él ya no quiero nada. Porque no me sirve, me lastima y ya no dejo que me lastimen. Y con él, el nuevo, solo quiero buenos ratos... pero sus tiempos no son los mios; y aunque espero verlo pronto tampoco tengo fecha. ¿Entonces?

Entonces nada. Acá estoy. Dejando que el tiempo llene los espacios pero sabiendo que, al menos en cuanto a ellos, ya no depende de mi. Tal vez, pronto, aparezca un tercero. Quién sabe. Yo me abro al viento. Y soy feliz. Serenamente feliz. Después de todo, si algo aprendí sobre mi en este tiempo, es que cuando quiero algo me juego hasta el final.

Y mientras tanto, mientras esto transcurre a mi alrededor no puedo dejar de asombrarme por el sabor a nuevo que tiene esto. Tal vez es cierto que crecí, tal vez es cierto que ya no soy el de ayer. Es que parece que mi mirada cambió. ¿será que no estoy acostumbrado?

Creo que la última vez que escribí acá fue para mi cumpleaños. En el 2010. Varias eternidades atras. Es que el paso del tiempo se siente mucho. O mejor dicho, siento que pasaron demasiadas cosas en mi vida desde la última vez que posteé algo. Y no era por falta de ganas. Solo dios sabe cuantas cosas tengo acumuladas en los dedos desde entonces, cuantas cosas moría por redactar.

Sin embargo hay que ver el poder que un simple teclado tiene sobre mi. Si no puedo danzar sobre él, ¿entonces para qué esforzarse? Y nadie puede decir que no trate. Si hay algo que no pueden endilgarle a Rain es que el "ni siquiera lo intenta". Si hay algo seguro sobre mi es que en el PD de mi epitafio dirá "Luchador incansable"

Tiene cierta lógica, al final de cuentas, algo bueno que saco de mi familia (¡Oh por dios que va a haber post sobre mi familia!) es la frase que dice "No te des por vencido ni aún vencido". No sé quién lo dijo ni de dónde lo sacaron, pero recuerdo que era un pequeño cuadrito en alguna pared de la casa de mi infancia y una frase que salía bastante seguido de la boca de mi bio-mamá.

Pero el teclado de Scar me venció -ya contaré bien de quién hablo- con su esterilidad, su falta de encanto, su dureza y su lejanía. Simplemente no hubo magia. No hubo amor a primer contacto. Una pena. Una que por distintos motivos me mantuvo alejado de mi arma mas poderosa: Las letras. (También explicaré esto)

Sin embargo, la pesadilla terminó. Acorde a los cambios que estoy transitando, decidí volver a enamorarme. Y la palabra clave de este Apocalipsis es esa: Yo elijo. Y en mi elección hoy, a apenas siete días después de comenzar la segunda mitad del 2011, decidí que era tiempo de escribir de nuevo. No solo acá, sino afuera. Necesito escribir para sacar todo lo que este año estuvo macerando lentamente dentro mio. Cosas buenas, cosas malas, cosas intracendentes. Cosas mias.

Es por eso que hoy retomo y reafirmo mi compromiso con este espacio. Un lugar donde escribir sin filtro, sin correcciones. Un lugar donde escupir basura, donde crear desde la intuicion, donde comentar lo que sea que se cruze por mi mente. Un espacio donde lo politicamente correcto quede de lado y solo sea yo bailando sobre un teclado. Libre y eterno.

Subarutopia. Mi espacio. Es bueno volver.

Y en la vuelta vienen las remodelaciones. Desde el nombre del blog hasta el fondo. ¡La casa esta en plan makeover! Así que por hoy, a minutos de desfallecer del sueño pero seguro de ganarle al piso de la cocina, me despido feliz.

Este nuevo teclado alucina.

NOTA: Cai en que no sirvo para el Tweeter.

Esto lo escribo porque es importante. Importante para mi, para que no se me olvide. De hecho, durante mucho tiempo vengo masticando la idea de que los pensamientos que tengo, las conclusiones a las que llego en cuanto al movimiento del mundo no pueden importarle a nadie más que a mi. Cuando me detengo a ver el mundo y analizo el reflejo que obtengo de vuelta caigo en que solo a mi me pueden interesar las conclusiones... solo que me es imposible no escribirlas.

Son como pequeños post tips mentales a mi mismo.

Este, tal vez, es uno de esos momentos. Uno que no quiero dejar pasar. Seguro es por la fecha, pero no me queda más que escribirlo para recordar cuando vuelvan las nubes negras (siempre vuelven) que hay algo que es una verdad. Una realidad a prueba de todo.

Que soy feliz.

Parece simple, y yo no soy una persona simple. Es que mientras venia para casa del trabajo medité sobre todo lo que viene sucediendo desde hace un año. Lo que vi la noche del 14 del año pasado y lo que se dio. Y no puedo menos que alegrarme por el camino recorrido.

Es que hoy se cierra un ciclo y comienza otro. Hoy cumplo 28.

Los 27 fueron condenadamente duros. En 365 días aprendí más de mi mismo que todos los años anteriores. No sé por qué, pero se siente así. Como que de repente todas las caretas se cayeron y quedaron los rostros limpios sonriendole a la vida. Por vez primero tuve que enfrentar las cosas-como-son y no como-querría-que-fueran.

Me alegra decir que soy de los que enfrentan, no de los que corren.

Por vez primera corrí los ojos del pasado, y no digo que lo saneé pero al menos le eché la luz del entendimiento, y las cosas van mejor. Miré al futuro y lo vi brillante (el plan b alucina) y si bien me asusté, sigo en carrera. Peleandola. Tomé el presente y decidí que mi futuro no va a ser más que la consecuencia directa de el, por lo cual, depende de mi y de nadie más decidir como va a ser. Darle forma y pintarlo del color que me plazca. Dicen que el saber es poder. Ciertamente lo es. Y trae consigo una enorme responsabilidad: Si en un futuro no estoy como quiero estar no queda nadie más que yo para agarrarselas. Ya no hay excusas. De ningún tipo. Y la verdad -tambien- es que este presente en algún momento va a ser mi pasado, y quiero recordarlo tal como lo estoy viviendo: con una sonrisa.

No sé que nuevas aventuras me esperan... sinceramente hay un telon blanco que me impide ver más allá, así que voy despacio. Sin prisas, sin apuro. Sabiendo que hoy, 14 de Septiembre de 2010, soy feliz por el simple hecho de haber crecido.

Sabiendo que no querria ser otro más que yo.

NOTA. Dedicado a Gea que me cuida desde el cielo.

Este año ni siquiera lo vi venir. Quiero decir, con todas las cosas que me sucedieron, lo menos que pensaba era que este año TAMBIEN iba a llegar. Sin embargo era inevitable. Después de todo, a Julio siempre le sigue Agosto.

Como mencioné antes, este año no dejo de darme un palo detrás de otro. Una prueba seguida por otra y así. Desde Enero hasta ahora no puedo decir que la pasé bien, de hecho, fueron tantas cosas -y tan enroscadas por cierto- que me cuesta aún procesarlas. Y para mi, procesarlas, implica poder escribir sobre ellas. Por eso no pude actualizar el blog. No porque no tuviera nada para decir, sino porque tenía demasiado entre las manos.

Demasiado.

Mucho de todo y en todos los sentidos. Algunas increiblemente dolorosas y otras que, bueno, no son menos dolorosas pero que -al menos- sabía en algún momento saltarían e intentarían derrotarme. Y la verdad es que me doblé como un junco, sin embargo, acá estoy: dando batalla.

Debo decir que cuando Gea partió pensé que nada podía ser peor. Que con ese inevitable había cumplido mi cuota de dolor anual. Inocentemente, creía que el resto del año iba a ser tranquilo. No un viaje en carro pero si algo más tolerable. Pero me equivoqué, porque Agosto arribó a mi vida. Y en su saña sacudió mi estabilidad como ningún otro mes. Pero la jugada le salió mal.

Porque esta vez tengo un Plan B.

Sucede que de buenas a primeras calusuraron el laboratorio. Lo cerraron de manera provisional. Y dejaron a todos en el laburo preguntandose que sería de nuestro futuro. La última semana el radio pasillo estuvo escupiendo lava por la empresa. Tantos rumores que mareaban: que nos iban a adelantar las vacaciones, que nos iban a mandar a casa y nos iban a pagar el 75% del sueldo, ¡no! mejor el 50%, pero seamos fatalistas y digamos el 25% que suena más oscuro. Realmente el hormiguero estaba revuelto. Las caras largas se derretían y nadie sabía nada, porque de arriba no decían ni mu. Así que la histeria colectiva crecía y crecía. Todos locos, todos aterrados, todos pensando lo peor.

Menos yo.

Por que Rain tiene un Plan B. Y ante tanta histeria colectiva yo simplemente sonreía. Porque este plan es mi pequeño colchón contra las atrocidades de Agosto. Y de la Argentina, donde "Inestable" es una palabra que se queda corta para todo lo que implica.

Ahora las cosas están mas calmadas pues nos reahabilitaron y todos podemos volver a trabajar tranquilos. Sin embargo, habría que ser ciegos para creer que esto no puede volver a ocurrir. Y tengo muchos defectos, pero la ceguera no es uno de ellos. Para mi fue un llamado de atención. Uno importante. Uno que dice "Nene, metele pila al Plan B".

Un llamado al que pretendo atender.

Gea partió a mejor vida el jueves 22 de julio de este año. Exactamente a las 19.30hs.

Nuestra historia abarca once años de historia. Once años juntos. Siempre.

Ella se fue. Estuvimos juntos desde mis 16. Atravesamos demasiadas cosas y me hubiera gustado contar agunas de las tantas anecdotas que me quedaron, porque en definitiva lo único que me queda ahora son esas memorias. Será para otra vez, pues ahora duele de una manera imposibe de escribir.

Ella se fue y mi adolecensia se fue con ella. Supongo que fue su último regalo.

Crecer duele. No tenerte, más. Te extraño y no entiendo.

Pero te sigo amando.

No soy una persona que se tome la palabra "amigo" a la ligera. De hecho, soy bastante cuidadoso cuando elijo a mis amistades. Si, soy elitista en cuanto a amistades se trata. Desconfío sobre manera de aquellos que abrazan demasiado y se deshacen en halagos. Aquellos que tienen como muletilla la palabra "te quiero" o "sos lo mejor del mundo".

No creo en las amistades-para-siempre. De hecho, la vida me mostró con el paso del tiempo que no hay nada que dure para-siempre, menos la amistad. Las personas en mi vida van y vienen. Aprendí que la mayoría están el tiempo que tiene que estar, ni más ni menos. A veces se quedan años, otros semanas o meses. Pero si hay algo que sé, es que la amistad se termina.

No todas las personas pueden acompañar a alguien durante toda su vida. Los caminos se bifurcan, se abren. Se separan. Y en esos nuevos andares encontramos gente más afín al momento que estamos transitando. Hablamos el mismo lenguaje.

Me he dado cuenta que en muchos casos estiré amistades hasta lo indecible por el simple hecho de que no quería separarme. Son personas a las que aprecié mucho en su momento y sin las cuales no imaginaba mi vida. La realidad me enseñó que no se puede vivir en el pasado. Cuando una reunión de amigos se enfoca en las cosas buenas que vivieron juntos, entonces, creo que la amistad ya anda en su etapa terminal.

Podés optar por dos cosas: O te vas silbando bajito, atesorando gratos recuerdos y llevando por el resto de tu vida los buenos momentos compartidos y las enseñanzas que cada uno te dejó; o podes, como lo intenté, revivir al muerto. Esta salida no deja más que rencores, heridas abiertas y una sensación de melaza agria en el estomago. Fueron gratos momentos, pero las cosas que dejaste que pasaran en pos de "esos-viejos-buenos-tiempos" duelen más, e indignan más, que simplemente decir "Adios, que tengas buena vida"

Hoy no creo en las amistades para siempre. La gente que me acompaña, en especial Lucía, son personas que aportan cada día algo que ayer no tenía. No sé cuanto va a durar, no sé cuanto tiempo vamos a caminar juntos... sinceramente no lo sé, pero me comprometo a dar lo mejor de mi el tiempo que estemos andando juntos. A aprender a acompañar y dejar que me acompañen. A sacarle un poco de gris a esta vida por el simple hecho de pasar un rato juntos. Poner el hombro y compartir mochilas que a veces se hacen difíciles de llevar si uno está solo. En fin, me comprometo a ser un buen amigo: Honesto, franco, leal y gamba.

Pero aviso, algo que para mi es ley: No hay amistad que dure cien años.

Lo sé porque tengo las excepciones. Gea es una. Es la mejor amiga que pude pedir, el mejor regalo que la vida me pudo haber dado. De hecho, en este caso, puedo decir que cayó del cielo, puesto que la bajé de un árbol cuando apena tenía meses. Ella es mi compañera de camino. El ser que conoce todos mis secretos e intimidades. La luz del departamento con sus manías de reina y sus maullidos de canario. Ella es mi amiga de toda la vida. Once años de amistad ininterrumpida. Ni siquiera el mudarme evitó que me bajara a recibir cuando ella aún recidía en la casa materna y yo iba de visita. Ella, que se llevó los duendes que habitaban el primer departamento y me regaló el solaz de un buen dormir. La que me sacó de una depresión aguda en aquellos tiempos en los que todo estaba completamente mal. Mi razón de salir de la cama, no solo para alimentarla sino porque si no salía me clavaba las garras.

Ella es mi amiga para siempre.

Y hoy, 20 de julio de 2010, la interné. Insuficiencia renal dicen. Van a saber mejor cuando esté más hidratada. Porque de un día para otro dejó de comer. Y yo tengo miedo. El departamento sin ella se siente vacio, frio... esteril. Me siento solo. Algo me falta, y quiero creer que todo va a estar bien, que se va a poner mejor, pero no puedo dejar de llorar. Me costó horrores contenerme en el veterinario. Se me escaparon un par de lágrimas cuando le estaban sacando sangre y apenas podía hablar cuando la llevé a la clínica. Me pasó un tren por encima. El cuerpo me pesa. Estoy asustado, porque no: no imagino mi vida sin ella.

Gea, ponete bien. Te necesito.

Me llevó casi siete meses darme cuenta. Supongo que es normal que de un momento a otro sientas dentro de tu craneo ese >clic< que te demuestra que ya no sos el mismo, que las cosas cambiaron. Me llevó siete meses.

Siete meses y una distención en el hombro derecho.

Hace dos semanas, camino al trabajo me resbalé y para no caerme atiné a agarrarme de un poste. ¿Conclusión? Hice un mal movimiento y me distendí los musculos de torción del hombro. Partes del cuerpo completamente diminutas, pero que cuando se inflaman duelen como el infierno.

Ahora no duele, pero en su momento sí. En este momento es simplemente una molestia. Si hay algo que no puedo decir es que no lo venía venir. Mi vida estaba muy agitada por ese entonces y yo venía con un ritmo que a duras penas podía mantener. Y como siempre que voy descontroladamente rápido, la vida me detiene. Me fuerza a hacer una pausa.

Al principio no comprendía y me molestaba esta pseudo inmovilidad. En serio. Pero con el correr de los días, estando casi la mayor parte del tiempo en el departamento con Gea y Bac, deje de saturarme la cabeza con preguntas y decidí tomarme una semana de vacaciones. Tampoco fue que me costó demasiado, quiero decir: Estaba completamente apático.

No quería hacer nada de nada.

Apenas sentía deseos de salir de la cama o hacer cualquier cosa que implicara movimiento. Sin embargo, estar quieto no evito que todo lo que sucedió en estos siete meses desfilara frente a mis ojos de una manera contundente. Y no se detuvo ahi, no. Prosiguió más y más hacia el pasado. De alguna manera me encontré escarbando en el pasado, sacando a la luz todos esos trapitos sucios que por ser demasiado dolorosos no queremos ver.

Tal vez la apatía no es tan mala después de todo, porque me vi impedido de frenar esa misma que se extendía por todo mi cerebro. Las imagenes vividas de lo que fue, pero que hubiera deseado fuera de otra manera. La realidad marca que las cosas no son como uno espera que sean. Las cosas simplemente son.

Y uno tiene que aprender a vivir con ellas.

A veces tengo la sensación que no somos más que una catarata de mentiras. A los demás y a nosotros mismos. No paramos de decirnos cosas que en nuestro interior sabemos son pura falsedad. Y siguiendo esta linea, siempre me pregunté por qué. Creo que la respuesta es por el dolor. A veces, aceptar las cosas como son simplemente duele más que cualquier otra cosas en este bendito universo. Porque no tenemos los padres que querríamos, los hermanos que soñabamos, los amigos o los estudios. No importa el motivo. Cada uno sabe, y como sabe, duele.

En mi caso particular, viniendo como vengo de una historia familiar enroscadisima y siendo como soy, incapaz de no ver lo que hay a mi alrededor, este dolor era simplemente intolerable. Tanto que me forzé a vivir en tres planos. Uno donde intentaba por todos los medios que las cosas fueran como deberían ser sin importar el costo, otro donde estaba obligado a obedecer si quería sobrevivir -si, sobrevivir- y por ultimo uno donde era libre.

Libre. Simplemente yo conmigo mismo viviendo mil y un aventuras lejos de todo y todos los que conocía. Fueron tiempos donde hice mil cosas, muchas de las cuales no me enorgullecen, más teniendo en cuenta el motivo: Porque podía.

En fin, ahora, con esta inmovilidad que agradesco, todo eso se cayó. Las máscaras desaparecieron y me di cuenta que no se puede vivir en tres planos. Ya no más. Las cosas que estoy viviendo me fuerzan a tomar decisiones. O mejor dicho, decisión. Tal vez la más importante de mi vida.

Vivir según mis propias espectativas.

Lo curioso de esto es que no sé cuales son. Me encontré a mi mismo preguntandome cual era el rumbo, para donde iba, si realmente quería ir hacia donde apuntaba la brujula y que estaba esperando de mi.

¿Qué estoy esperando yo de mi? Simple y concisa pregunta. No hay ninguna otra voz de nadie más en mi cabeza que simplemente la mía. Preguntando, no reclamando, hacia donde quiero ir. Y se siente como en esas peliculas donde el personaje tiene una epifanía despues de tanta mala suerte con la no-chica de turno y decide que no es la chica, sino él el que tiene que cambiar.

No sé... por primera vez me siento limpio. Claro. Y sin apuro. No sé a donde voy a ir, no sé a donde voy a llegar -siempre en el caso de que haya algún lugar donde llegar- pero francamente no me importa. Hoy por hoy, lo único que vale es que estoy caminando y descubriendome. Sin prisa, pero sin pausa.

¿Acaso no es genial?

Alguien muy cercano me dijo "No estás empezando, sino continuando lo que empezaste hace tiempo" y debo decir que tiene razón. Sin embargo, a veces, la sensación de que vivo empezando se hace pesada.

Pero, por hoy, juguemos a que esto es una continuación de las crónicas de mi vida. Y de hecho realmente es así. No hay blog nuevo, ni plantilla rutilante y con ese aroma a "recién comprado" que tanto me gusta. No. Hay un simple salto temporal. Una pausa en el relato. Alguien podría empezar el parrafo de este nuevo capítulo con un "Después de siete meses Rain..." Sin embargo, ese punto de vista no me agrada. Prefiero pensar que voy a contar la historia y al mismo tiempo mechar ciertos sucesos que hacen de mi lo que soy ahora.

Siguiendo con la metáfora de los capitulos, si, ciertamente este es un nuevo comienzo, pero al mismo tiempo es la continuación de una historia que viene siendo hilvanada hace veintisiete años. Una entrada más, una marca. Un par de lineas que no llegan a ser un pie de página en la historia de mi vida, pero sin la cual, mi vida no sería lo mismo.

Hay una gran diferencia entre escribir y no hacerlo. No porque en un futuro vaya a leerlo... no. Tampoco porque en estas lineas revele el significado de la vida u otro misterio netamente humano. No. La linea divisoria es más simple que eso. La diferencia estriva en que lo hice. Simple, llano, conciso. Lo hice.

Escribir esto me llevó su tiempo. Siete meses de pensarlo pero no poder hacerlo, dado el fallecimiento prematuro de Rocco, y una semana de plantearmelo realmente. La cosa es que Rocco tiene quien lo reemplaze -todavía le estoy buscando un nombre- pero si bien las ganas estaban (además le prometí a Lol-it hacer un update) me faltaba el deseo. Ese que siento cada vez que mis manos bailan sobre un teclado.

Porque para mi la escritura es eso: un baile. Una danza con su música particular. Un pentagrama donde las notas simplemente fluyen y encuentran su propio ritmo. Cada vez que escribo, siento como si estuviera bailando. Cada vez que agrego una frase, quito un parrafo, esbozo una idea o termino un texto siento que estoy componiendo una pieza inigualable. Magnifica y especial.

Y tal vez por eso demoré tanto este post. Porque no hay nada más aterrador que el dejarse llevar por el deseo, pero me parece que ya va siendo hora de que afloje las riendas y disfrute de este paraiso.

Cuando la ruina amenaza tu casa, la derribas y construyes otra más sólida, sin embargo, hasta que esté terminada, todo a tu alrededor es caos y confusión

Podríamos decir que este es mi estado actual: Caos y confusión. Hay mucho que contar en este tiempo de ausencia, pero empecemos por dar un simple panorama de la situación y con el correr de los días iré escarbando en los muchísimos temas que subyacen a este escrito.

Como señalé arriba, la casa se cayó. La tiré, se derrumbó, no importa. La cosa es que hubo un desplome. Ante mi se presentan dos caminos ¿cuál he de elegir? Esa es la cuestión. En un principio pensaba que la respuesta era obvia: El camino prospero. Ese que hace que la vida sea dichosa y feliz. El otro es un viejo conocido, cuya comodidad la vengo sosteniendo desde hace mucho tiempo. Más del que me gustaría. Y no lo sostengo por lo lindo ¿eh? De hecho es lo más parecido a un invierno nuclear que puedo imaginar.

Y me agota. Me cansa sostener situaciones, personas o tiempos que, francamente, son insostenibles de por sí. ¿Por qué lo hago? Quien sabe ¿costumbre tal vez?. No encuentro respuesta. El lado conciente grita que me detenga casi hasta quedarse afónico, que me corra de una buena vez y salte al nuevo camino. Y quiero hacerle caso, en serio… pero no puedo.

No puedo despegarme de las viejas costumbres, de los lazos antiguos que aún hoy continúan tirando. Lejos estaba yo de saber que esos lazos se anudan en mi cuello y que me están ahorcando. Me asfixian. Y mientras dudo si desanudarlo, mientras lucho por hacerlo, el tiempo pasa y el miedo crece.

Miedo a perder el camino, miedo a perder la oportunidad, miedo a que no pueda sacarme el lastre que está, a esta altura, encarnado. Miedo a sacármelo ¿Qué hay más allá? ¿Cómo será vivir sin el nudo en mi garganta? ¿Cómo será vivir? Y si dejo de sostener lo que vengo aguantando ¿se caerá? Y si se cae ¿qué pasa?

¿Qué me pasa con eso?

Sumado a este periodo de confusión, una legión de definiciones mías hacen acto de presencia. Gente que no conozco habla de mi. Estoy acostumbrado a que la gente hable de mi. Está visto que no soy de los que entran en una habitación y pasan desapercibidos. No. Está todo bien mientras no me entere. Será que me gusta más hacer sin que se note. Mantener el perfil bajo.

Pero se nota. Mi laburo habla por mi. Y por lo visto es excelente. Las definiciones son buenas. Ninguna negativa. No hay un “debería haber hecho esto” o “Podría haber sido mejor”. No. Al contrario. Son del tipo “Estás haciendo un trabajo excelente. Seguí así” o “No te preocupes, tropezón no es caída. Vos podés”. Entonces ¿Por qué eso, que debería efectivamente ponerme contento, no deja marca? Tal vez porque tanta confianza me abruma, tantas fichas puestas sobre mi persona me aterran.

Y si, el camino nuevo me da miedo. Las ganancias, tanto económicas como personales, que puedan llegar a generarse me aterran. ¿Estoy listo para un nuevo tipo de vida? ¿Quiero ser aceptado y reconocido? ¿O prefiero está vida donde el dolor, la culpa y la desolación gobiernan de facto?

Las preguntas se agolpan, pero no encuentro respuestas. O mejor dicho, se de donde viene el miedo. Se de donde viene la carencia de satisfacciones cuando se trata de mi propio trabajo: Del mismo lugar de siempre, mi familia. Y mi familia me estalló en la cara ¿coincidencia? No lo creo. Más cuando la Ley “¿Por qué no diez?” es aplicada en todo su maravilloso y riguroso esplendor.

Cuenta la leyenda que cuando Rain contaba con trece años, apenas ingresado al mundo estudiantil, su bio-mamá nunca festejaba sus aciertos académicos. Cuando el pobre infeliz llegaba a casa con un nueve -¡Un nueve! ¡Vamos que no es moco de pavo!- ella muy seriamente le decía “¿Por qué no diez?” y de ese modo conseguía aplastar toda la felicidad que Rain había cosechado desde que salía del colegio hasta que llegaba a su casa. Situación que se repitió durante toooooodo el primer año del secundario.

Consecuencia de esto es que Rain decidió que su bio-mamá jamás festejaría o acompañaría los logros de su hijo. Así que solo le decía como le iba cuando le preguntaban (Y se moría por dentro cuando salía a relucir la tan mentada frase) Pero lo peor no fue eso, sino que jamás le dio importancia a sus pequeñas victorias. Esto quiere decir que el sentido critico aumentó en un 100% pero para el lado contrario. Siempre se fijaba en las tierras a conquistar, nunca en el reino anexado.

Rain no es un cerebrito. Nunca quiso serlo. Podría haberlo sido, pero en un pequeño acto de rebeldía, decidió que el colegio no merecía el ciento por ciento de su atención y que era más que nada algo que debía superar para poder largarse de su casa. Así que jamás tuvo una carpeta completa, una cartuchera o una lapicera que durara más de diez días. Apenas cuidaba los libros y si asaltaba un examen, sacaba fotocopia y repasaba de ellas. Cabe aclarar que fueron pocas las ocasiones en las que Rain debió sentarse a estudiar. La adquisición de conocimientos siempre fue algo sencillo para él. Después de todo, solo tenía que recordar lo que le habían dicho en clase y aplicar un poco de sentido común.

Así sobrevivió al secundario. Consiguió un trabajo y se largó de su casa.

Llegando a la universidad, pensó que sería libre de la tan mentada ley. Siendo un hombre que solo había pedido ayuda a sus padres en materia académica cuando se encontró con la más enroscada profesora de matemática, supuso que la facultad no supondría ningún tipo de problema. Él sabía como ocuparse de sus estudios.

Y de hecho, el problema fue que no le generaba problemas. Iba y aprobaba. Se castigaba preguntándose si no debería dedicarle más tiempo, ya que “estudiaba” muy poco en comparación al tiempo que le dedicaba al ocio, pero no le iba mal. Estudiaba de a ratos, comprendía lo que le enseñaban y tenía una dinámica excelente en cuanto a usar el sentido común para interrelacionar los textos.

El problema surgía cuando le entregaban las notas. En ese momento se dio cuenta que no le importaban. Si era un 2 o un 10 no había diferencia. Una vez salió como el mejor examen de la materia. Alta nota en una materia complicada. Un ocho. Y ahí se dio cuenta que la sensación de alegría simplemente faltaba. Vacío. Así era como se sentía. Algo como “Que pase el que sigue”

Y Rain ya no quiere sentir eso: Ya no es que pase el que sigue, no. Ahora es tiempo de hacer valer el esfuerzo. Y si al nudo de mi garganta no le gusta, pues mala suerte. Ya no quiero perder tiempo en preguntas inútiles.

¿Me asusta el nuevo camino? Si. ¿Me asustan las ganancias que puedo tener por esforzarme como siempre hago? Si. ¿Me siento a la altura? No. ¿Estoy a la altura? Si. ¿Quiero reconocer mi esfuerzo, valorarlo y festejarlo? Si.
Si, si y si.

Cuando la ruina amenaza tu casa, la derribas y construyes otra más sólida, sin embargo, hasta que esté terminada, todo a tu alrededor es caos y confusión. Así estoy, construyendo mi nueva casa. Una donde pueda vivir… porque hasta ahora, tan solo sobreviví.

Ricky Martin salió del closet. Que grosso.

Paso una semana desde mi último post. O casi. Y -la verdad sea dicha- una semana en mi vida es una eternidad. Gracias a dios, la vida no me da respiro. Al contrario que el año pasado, esta vez no pido tregua. Me cansé de pedirla y, obviamente, me cansé de darla.

¿Recuerdan que en el post anterior decidí mostrarme real? ¿Dejar de jugar al personaje y ser simplemente yo? Bueno, al Romeo de turno eso pareció asustarlo, porque no llamó. No es algo que me sorprenda. La realidad es que cuando me muestro como soy, la gente me mira raro... perdón, la gente no: Los hombres.

Creo que jugaba al personaje por esa misma razón. Si yo no gustaba, si asustaba por ser como soy, entonces, mejor probemos otra cosa. Pero la verdad es que la pregunta se sostenía ¿Puedo vivir una mentira? Y la verdad es que no. No puedo. Y, mucho mejor, no quiero.

¿Por qué me miran raro? No sé. Podría arriesgar que mi seguridad abruma. Y cuando habló de seguridad no me refiero a montarme a mi ego y creerme que soy mejor que los demás. No. Eso es estupido. No soy ni mejor ni peor. Simplemente la vida me puso en situaciones donde o evolucionaba o moría.

Decidí evolucionar.

Mi seguridad interna viene de la experiencia y el aprendizaje. Soy plenamente conciente de que aún me queda mucho que aprender, detalles que modificar siempre en pos de ser una mejor persona. Mi seguridad no es algo que ostento sino algo que vivo día a día. También es algo que hasta hace un tiempo me asustaba. Tanto poder asusta.

Siempre me preguntaba por qué esconderme y no mostrarme tal cual soy. Siempre pensé que si me mostraba iba a salir lastimado. Y sinceramente, si, me lastimaron pero creo que fue justamente por no reconocerme a mi mismo. Yo dejé que me lastimaran. Entonces atacaron lo más profundo de mi ser y me complicaron la vida, y si bien aún siento algo de rencor (estoy trabajando en eso) no puedo negar que lo escabroso del camino me hizo ser lo que soy. Por que a travez de todo ese dolor llegué a encontrarme.

Y no puedo estar mas orgulloso de lo que logré. De la fuerza interna, del empuje, de saber que esto tiene un sentido tan simple y llano como estar vivo. Y no solo eso, sino disfrutarlo. Vivirlo a pleno. De saberme capaz de sortear todos los escollos que el camino pueda presentarme y seguir sonriente. Siempre sonriente. De un tiempo a esta parte aprendí a no derrumbarme. Sino a simplemente tropezar y volver a levantarme. Con la sonrisa al viento en pos de nuevas aventuras. Todo esto es el centro de mi vida. Y si eso asusta a los hombres, bueno... pondré piloto manual que ya llegará alguién que celebre la vida conmigo.

¿Todo esto para qué? Simplemente para decir que los amoríos de una noche no son lo mio. Cuando estoy con alguien me desboco. Se me pierde la razón en algún lugar y me convierto en simple, puro y delicioso instinto. Pero pasa que si no encuentro feedback, si la persona no me llena el corazón, lo único que ese encuentro me deja es un inmenso vacio.

Y el último Romeo me dejó así, vacio. No es que hiciera lo que hice por presión, todo lo contrario. Lo disfruté y mucho. Fui malo y jugué con él, por la peor razón del mundo: Porque podía. El tampoco se negó, pero realmente y a fuerza de ser sincero, él quería alguien dependiente. Una persona con fortaleza cero. Alguién que lo hiciera ver más grande.

Y yo, la verdad, no estoy para dorarle la pildora a nadie. Yo no quiero ser el perrito de nadie, ni quiero a alguién que sea el mio. No, lo que yo quiero es un compañero. Estoy tranquilo, algo dentro mio me dice que pronta ha de aparecer. Y aparte de todo lo anterior, y por sobre todo, soy un hombre de fe.

Sé que todo llega para quien sabe esperar.

Carta Magna

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