Por lo general vivo a la tarde. Cuando digo "vivo" me refiero a cualquier actividad que realices despues de despertarte, ya sea desayunar, ir al trabajo, salir a hacer trámites, ir al gimnasio... bueno, lo que sea que complemente un día común y corriente en tu vida.

La cuestión es que hace mas o menos un mes trabajo de noche. Eso significa que me levanto entre las dos y las tres de la tarde, y despues de almormerendar, arranco con mis actividades. Tengo varias, y por lo general se degusta mejor si no llego a ellas despues del trabajo. Eso sin mencionar la delicia que resulta ir a trabajar sin apuros... bueno, no tan cierto: hay veces que corro para llegar, pero esos días son los menos.

El drama sucede cuando tengo una semana "a la mañana"

Una semana a la mañana se disfraza como cualquier otra semana. El lunes me levanto tarde, hago mis cosas y voy al trabajo. Nada anormal hasta ahora ¿no? de hecho todo parece tranquilo hasta que cruzo la puerta del departamento el martes por la mañana. Ahi es como si Duracell, Eveready y Energizer hubieran hecho un pacto y decidieran descargar todas sus reservas de aca al año 2015 en mi cuerpo.

Los ojos no se quieren cerrar. La mente bulle en ideas y ganas. La cama se siente como el infierno y no hay forma, vuelta o pocisión que a mi cuerpo le parezca cómoda: En esa semana, al menos a la mañana, la horizontalidad no es para mí. Y parece que no solo es mi cuerpo, no: durante mi semana a la mañana, la ciudad ruge. De repente el bocinazo es el idioma universal, y la calle a la que da él ventanal se declara Senda Nacional para Tránsito Pesado. Lo juro. Todo esto mientras yo deseo/anhelo/ansío solo una cosa: Dormir.

Una semana a la mañana es un infierno, no solo por que me cuesta enterarme de ella (me lleva dos mañanas darme cuenta que estoy cursando la semana infernal) sino por que todas mis actividades vespertinas quedan suspendidas. De todas las cosas que realizo, solo algunas puedo mover.

Pero eso no es lo peor: lo peor es no resignarse a que una semana a la mañana dura exactamente siete días. Ni mas, ni menos.

Carta Magna

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