Pasó una semana desde mi cumpleaños. Ayer supuestamente era el festejo. Todo casi organizado. El lugar, la gente, los tiempos... todo. Hasta tenía una cita. Alguien que conocí sin querer y que me cae simpático. Todo estaba listo para festejar mi triunfal ingreso a los veintisiete.

Y lo eché para atrás. No quise, no pude. No, no es que no pude, es un rotundo "no quiero"

Este año el cumpleaños se saboreó diferente. Para comprender esto hay que saber algo, solía mandarme macanas, o sea, ponerme en ciertas situaciones que no eran buenas para mi. Me dejaban atontado, lejos de mi centro, perdido una vez más solo saboreando el vacio. Y el día previo a mi festejo se dió que me vi inmerso nuevamente en ese mar hirviendo... o mejor dicho, a punto de meterme en él.

Y no lo hice.

Los semáforos se prendieron, las alarmas sonaron y el Inner-Rain habló pensando en que una vez mas iba a quedarse afónico de tanto gritar vanamente -seamos claros, cuando me mando una cagada sé exactamente que estoy haciendo-. Pero no, no tuvo ni siquiera que elevar la voz porque por vez primera le hice caso.

Eso fue un día antes.

Contento, a las doce decidí salir a festejar. Era un bar que suelo frecuentar -obviamente gay- pasan buena música, buenos espectáculos y el ambiente es divertido. Fuí con un amigo. Ya de entrada me sentí algo incomodo. Yo buscando sentirme un poco libre de mis mambos, festejando los logros obtenidos y el nuevo año que comenzaba, pero no. algo se sentía mal. No importa, continuemos ¿vos que querés tomar? barbaro, un gancia batido para mi y un speed para él. Gracias.

Hasta que le sonó el telefono. Resulta que el padre de su mejor amigo había tenido un accidente. "¿Qué hago?" me preguntó. "Andá" dije "Pero ya estoy acá" replicó "Y es tu cumpleaños" añadió.

Creo que si se hubiera quedado, lo hubiera borrado de mi lista de contactos. Le expliqué que nosotros podíamos tomar algo en cualquier momento, que fuera mi cumpleaños no era importante, que yo entendía y no me molestaba que tuviera que irse. De alguna manera creo que lo hice reflexionar... no sé, fue instintivo. Le expliqué que si realmente era su amigo, su lugar no estaba a mi lado, sino con el otro. Es lo que corresponde.

Así que salió, y mientras lo veía alejarse me pregunté por qué armó semejante planteo. Tal vez porque para mi eso ni se cuestiona. Si un amigo me necesita, yo salgo corriendo. Simple. Es un hecho en mi vida. Y cuando digo amigo me refiero a esos que la vida me regaló y que, increiblemente, cuento con dos manos.

Entonces, ahí quedé, solo y de festejo. Con mi gancia batido frio que me daba aún más frio. Entre todo lo que me rodeaba, y mientras la bebida bajaba por mi garganta, me acordé de que pasó otro invierno sin que me comprara ropa adecuada. No sé si es importante, pero es loco que el plan siempre fuera comprarme abrigo para el invierno, y que simplemente se me olvida. Llega la primavera y yo sigo con mis mismos tres puloveres y mi camperón -el cual aún me hace sentir el principito je-.

Y no sé si fue la música mala -es un canto bar los domingos, así que hay algunos que cantan muy bien y otros cuyo aplauso es al coraje de ponerse delante del microfono- o la bebida fria o la soledad, pero ahí tuve una especie de epifanía. De golpe vi el camino recorrido y el camino por recorrer. Lo que paso y lo que falta.

Y me aturdí. Me cerré. Me quise tragar por mi mismo ¿miedo? ¿angustia? ¿dolor? ¿cansancio? No sé. Solo terminé mi bebida, sali al aire frio de la noche y me tomé un taxi. Me perdía entre la noche que pasaba luminosa por la ventanilla y la música que se colaba por el mp3. Intentando no dejar que esa maldita pregunta siquiera tomara un simple vuelo de conciencia:

¿Qué te pasa?

Pero era inevitable. Así que hice lo que tenía que hacer: Pregunté y como siempre la primera respuesta fue un rotundo, inamovible, titánico y monolítico "No sé" sin embargo, uno vio a Indianna Jones y siempre le envidió el sombrero y el látigo, así que comencé el trabajo arqueológico de dirimir la cuestión.

Una semana me llevó darme cuenta. Siete días para darme cuenta de que lo que me pasaba se llamaba duelo.

2 comentarios:

Más alla de todo, es bueno que una vez hayas escuchado la alarma y le hayas hecho caso. Todos sabemos cuando nos estamos mandando una cagada, solo que a veces lo cubrimos con otra cosa; pero a quien engañar: es un moco y somos re conscientes de ello.
En cuanto al duelo, ya sabes lo que te pasa y contra lo que tenes que luchar. Habrá que buscar como.
Beso grande Rain

Lol-it!: Si, está bueno escucharse de vez en cuando. Creeme que me costó.

De todas maneras, los siguientes post son sobre tooooodo lo que me pasó esa semana.

Por otro lado, a veces me canso de luchar.

Besos!

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