Ella me odia. Puedo notarlo en su tono de voz, en su forma de dirigirse a mi, en la manera en que el tiempo se bifurca cuando hablamos. Forzado. Contenido, porque estoy seguro que quiere gritarme cientos y cientos de improperios. Uno peor que el otro. Quiere mandarme de paseo al infierno y en lo posible hacer que me quede allí para toda la eternidad.

Quiere verme cocinado a fuego lento.

No la culpo, lo comprendo. Miro el almanaque y lo entiendo. Después de lo acaecido puedo suponer que es una manera lógica de sobrellevar la situación. Sé que no le queda otra, que lamentablemente va a tener que bancarse mi presencia -la que por otro lado jamás esperé fuera tan potente- sin más que forzar la cordialidad aunque más no sea para mantener las formas en las pocas ocasiones en las que, de seguro, nos cruzaremos.

Es lo que hay. Le guste o no, yo no voy a desaparecer ni me va a tragar la tierra. Porque a mi no me sucita el mismo problema: Que ella esté o no, me es irrelevante. Esta situación solo me genera risa y hasta un dejo de lástima. Nada más que eso.

Sin embargo, cuando comenzé a percibir ese ruido en la voz me pregunté sinceramente que pasaba. Medité una y otra vez si había actuado bien. Cuestioné mis palabras, mis acciones, mi forma de manejar la situación. Imaginé que hubiera pasado si me mantenía al margen -imposible de hacer- o si hubiera dicho algo distinto a lo que dije. También me dije a mi mismo "Seguro es por que soy gay, después de todo no nos tiene en mucha gracia" sin embargo no... eso no fue. Creo que fue algo peor lo que, de alguna manera, me compró todas las rifas de su odio.

Creo que fue porque fui yo el que le dijo a mi amigo y hasta ahora su novio "Entonces no te cases"

Y tengo la certeza de que, el 19 de Septiembre, mientras yo festejo mi cumpleaños subido a la montaña rusa de alegría que me da celebrar mi vejez prematura, ella va a acordarse de todos y cada uno de mis parientes. Inclusive de esos que no conozco. Vivos o muertos. Por que el 19, además de mi, en lo único en lo que podrá pensar será en el vestido blanco que no fué, la torta que no cortó y la luna de miel a la que no viajó.

Porque principalmente lo recordará como el día en que no se casó.

Carta Magna

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